Había en segundo de carrera -correría el año 1994 en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valencia- una asignatura muy interesante, llamada “Estética y Composición” pero que en realidad venía a ser una introducción a la profesión. Una de las primeras cuestiones que se nos planteó a los alumnos fue investigar sobre nuestra propia vocación, si es que la había: sobre el porqué elegimos dedicarnos a la arquitectura y no a cualquier otra ocupación.
En mi caso desde muy pequeño ya tenía esta inquietud; podría decirse que la vocación germinó cuando yo tenía tres años. Mis familia era muy viajera, y desde muy niño he viajado, sobre todo por Europa, con coche y caravana, pisando terreno. Recuerdo vivamente un momento especial de uno de los viajes: la espera para subir a los tejados de la Catedral de Milán. Aún recuerdo el sentimiento y la emoción al ver, desde mi perspectiva a poco más de un metro sobre el suelo, que sobre las altas cubiertas, entre pináculos y misteriosas pasarelas se podía entrever personas andando. Luego la subida por una escalera de caracol (a qué niño no le gusta subir por una de ellas) y otras escaleras y pasajes hechizantes, así tanto como la experiencia de caminar por los tejados…
(foto tomada de Roundalia)
(Tomada de Locuraviajes)
Por esa misma época recibí, de regalo, mi primer paquete de “Exín Castillos” un juego de construcción modular con pequeñas piezas orientado a la construcción de Castillos, que solía venir acompañado de un pequeño folleto con enormes castillos construídos y algún pequeño manual. Me pasaba las horas construyendo en casa. Luego vino el Lego y otros juegos de construcción.
Foto Exín Castillos cortesía: De Javier Costas – http://www.flickr.com/photos/javiercostas/3092077809, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29553648
Creo que todo esto influyó, pues con esa edad ya tenía claro que de mayor querría dedicarme “a hacer casitas”. En viajes sucesivos mi ilusión era en cada lugar visitar tanto la Catedral como cuantos Castillos hubiera por la zona.
Para otras personas la inclinación a esta profesión les vino de la mano por el gusto por el dibujo.
No hace falta decir que los seis años que pasé en Valencia estudiando esta carrera fueron como vivir un sueño.
Años después he seguido pensando en el asunto: La Arquitectura no es la única pasión “profesional” que he sentido –aunque haya sido la predominante-. Siempre me ha gustado escribir (algún título me premiaron en mi juventud), y también tuve mi época en que programando en BASIC ideé algunos juegos y alguna que otra aventura gráfica donde mi mayor ilusión era que jugaran mis hermanos pequeños (pasión que en años recientes he retomado pero en formatos más actuales, orientándolo a la web). Del mismo modo hace casi diez años, monté una actividad completamente diferente a la Arquitectura: compré trece marcadoras de Laser Combat, que son como las de los conocidos “paintball” pero electrónicas (apuntas por una mirilla con un puntito luminoso a los sensores del adversario y le vas quitando “nivel de vida” hasta que le quitas la vida), y me dediqué también, a organizar partidas – ya que al final la actividad es como jugar un videojuego pero en vivo-.
¿Qué tienen en común estas actividades a priori tan distintas: escribir, crear videojuegos, crear y organizar juegos de Laser Tag y diseñar y la Arquitectura?
Foto tomada de mi web www.lasercombatpower.es
La creatividad: en todas va a haber personas que van a vivir algo que has creado tú. Tal vez lo que has sentido creándolo puede llegar a transmitirse en parte a quienes experimentan esas historias, esos juegos, esos espacios, esas -tal vez inesperadas- entradas de luz y de color. La ilusión por transmitir esos sentimientos a los demás es lo que pienso que está detrás de todas estas inquietudes, y, que, en última instancia es lo que conformó la llamada a esta profesión, ya desde mi tierna infancia.
Eso sí, para transmitir lo que uno siente, antes hay que sentirlo. Es como si llevásemos una mochila en la espalda que hay que ir llenando, cuando se llena el contenido acaba dándonos golpes en la cabeza, y es entonces cuando surge la creatividad.